El
del maestro ignorante no es un lugar vacante, no es ausencia, ni indiferencia,
ni desinterés, tampoco es completa ignorancia, ni absoluto silencio. Por el
contrario, el maestro ignorante “trabaja” de maestro: habla, relata, dice su
pensamiento, narra su aventura, ordena actividades, propone tareas, ofrece un
objeto: un libro con el que relacionar todo lo demás, se hace presente ante el
alumno con su palabra, sus preguntas, su deseo, su ignorancia, su camino
recorrido, sus propios interrogantes genuina mente postulados, su propia
emancipación. También guarda silencio, escucha, espera, da la palabra, pide
explicaciones, da tiempo cuando la voz del alumno no se escucha, la palabra no
surge o es inconveniente para el trabajo en común. El maestro ignorante
sostiene, fundamentalmente, un encuadre de trabajo que incluye de maneras
diversas: su palabra y sus silencios, una alternancia de presencias y
ausencias, la continuidad de su acción y un vacío necesario para que el otro se
haga presente con su pensamiento. [1]
El
maestro ignorante enseña sin explicaciones, sin indicaciones sobre las palabras
que el alumno deberá decir ni el lugar en que deben ser colocadas, sin el
despliegue de la inteligencia del maestro, pero con insistencia en la necesidad
de que el alumno realice su trabajo intelectual, que no descanse perezosamente
en la inteligencia del maestro sino que otorgue a su propia inteligencia toda
las posibilidades de desplegarse. Es esta autoridad insistente sobre el trabajo
del alumno, que lo obliga a desplegarse, la que ejerce Jacotot como maestro, lo
que a la vez legitima su lugar. Una autoridad que disocia voluntad e
inteligencia PP 12[2]
Es
posible pensar que la autoridad pedagógica –concebida al modo del “maestro
ignorante”- reúne en su propio ejercicio un modo de acercarse al conocimiento y
a la convivencia con otros. Organiza un campo de trabajo donde enseñanza y
convivencia no se separan y esto se alcanza rechazando ocupar lugares de
saber-poder, pero dando cuenta de su relación con el conocimiento e invitando a
lo otros a hacerlo. Es posible que esta actitud desarticule una actitud de
oposición en muchos alumnos. ¿Por qué?
“todas las inteligencias son
iguales”: se refiere a ‘todas’ las inteligencias: la del docente, la del
alumno, la del libro, la del autor, etc. Reconoce entonces, en el alumno, una
inteligencia igual a la de cualquiera y la siempre presente posibilidad de
desplegarla, lo arranca de su supuesto lugar de inferioridad, lo valoriza y
reconoce, lo acepta y anima al trabajo, lo cree capaz de acceder a los
textos por sus propios medios,
“es
posible enseñar lo que se ignora”: ubica al maestro nuevamente en posición
de igualdad, esta vez desde su ignorancia, parece decir: “somos iguales porque
ambos ignoramos”, “no es tan malo ignorar” o “la ignorancia no
inhabilita sino que puede provocar el deseo de saber”, “estoy aquí para
enseñarte pero no por ser sabio o superior” [4]
Comprendemos
entonces que para reformular el lugar de autoridad en este sentido es necesario
abrir un espacio diferente al lugar del alumno sin negar el del maestro,
trabajarlo, construirlo en conjunto, instituir un modo participativo de su
pensamiento, a partir de la relación que se establece. Nos alejamos en este
punto de otras propuestas, basadas en la psicología de un supuesto “desarrollo
natural” o en la pedagogía de los “intereses” de niños o jóvenes. No se trata
de acomodarse a las características evolutivas de un desarrollo psicológico que
se supone que se irá dando solo o de retomar en la enseñanza únicamente aquello
que los niños o jóvenes demandan como valioso. El lugar del adulto no puede
resignarse, la transmisión no puede abandonar los contenidos culturales
heredados, la historia transcurrida, el origen común. La voz del maestro no
debe extinguirse y, sobretodo en estos tiempos, su desafío es sostenerla para
sostener la de otros. Sólo se trata de volver a habitar la escena de otro modo,
compartiendo espacio, diferenciando lugares. [5]
Hay
un sentido escandaloso, político, en afirmar la ignorancia de un maestro dado
que el maestro ignorante es quien se niega al juego de la explicación que
perpetúa la desigualdad “oponiendo el acto desnudo de la emancipación
intelectual a la mecánica de la sociedad y de la institución progresivas” (2004).
Lo escandaloso de lo político implica que éste es del orden de un
acontecimiento que rechaza el orden habitual; es escandaloso porque da a ver lo
que no se ve generalmente, pone en suspenso lo que venía siendo y provoca otra
cosa, coloca al sujeto en otra posición, lo arranca de un imposible, pone en
marcha procesos inéditos. En lugar de anularse la autoridad en la relación
pedagógica con un maestro ignorante, se desplaza hacia la relación
maestro-alumno en sí misma constituyendo un acto emancipatorio que funda al
sujeto en su camino de emancipación.[6]
Palabras
que transportan
A menudo las palabras sirven para
fijar identidades, espacios, tiempos, actividades, valores y disvalores,
situaciones de vida, privilegios, poderes, razones, saberes, dividen lo que
vemos haciéndonos percibir una realidad segmentada en el que cada uno/a tiene
supuestamente su lugar, su rol, sus productos para consumir, su función social,
su inteligencia, su capacidad. Son palabras que no transportan.
Sin
embargo, las palabras pueden ser concebidas como metaphorai, como
transporte entre lugares -e incluso como caminos hacia lugares aún
desconocidos- y no marcas de identidades fijas o etiquetas. Una confianza
instituyente entre nosotros, seres parlantes, entre niños, jóvenes y adultos,
permite que las palabras nos transporten adonde ellas quieran. Como dice Cornu,
una confianza que es un a-priori de la relación entre maestro y alumno, que la
instituye y se va haciendo en el “saber escuchar y saber decir, comprender
las preguntas y saber decir los límites, de dirigirse a. Así como la
desconfianza es contagiosa, la confianza es recíproca, corre el riesgo de
construirse, como un primer paso: el ejercicio confiado de la autoridad está
por inventarse” (2003: sp). Es la confianza del maestro ignorante, que
ignora lo que enseña, pero también ignora la desigualdad del alumno, lo define
igual en su potencialidad de conocer y confía, lo habilita para leer el texto
por sí solo y lo convoca a un trabajo insistente para hacerlo. Este maestro no
se queda con lo que ve, interrumpe lo habitual de la desigualdad, descree de la
división establecida entre los que saben y los que no y dirige su palabra para
crear un nuevo orden de cosas. En este sentido, las palabras como metaphorai
llevan a los sujetos a nuevos lugares al ser dichas y escritas fuera del
tiempo y de los espacios donde generalmente se dicen. [7]
Una ley-palabra traducida en
reconocimiento y confianza, que es ley humana porque funda e instala un trabajo
de humanización, de acompañamiento, de ofrecimiento de lugares para transitar,
para quedarse y renovar desde allí. Una ley-palabra que da sentido a un mundo
común de lo humano, relacionando y separando espacios, dando un marco
continente, limitante, ordenador –no controlador- a la vez que productor de
subjetividad.
Una ley-palabra
que no sólo concede, sino que a la vez, delimita, prohibe y habilita, ordena,
estructura y subjetiva. La ley pensada en términos fundantes de lo humano, como
ley simbólica estructurante es una ley que opera como límite, comoborde de un
espacio para la construcción de lazos y encuentros, para la sublimación y la
acción creadoras. Es ley que inhibe y que permite, que
frustra
y satisface, que habilita lugares, psíquica y políticamente hablando, para la
palabra y la subjetivación. [8]
Es así que esta ley-palabra no
tiene que ver con códigos o reglamentos, saberes establecidos y cristalizados,
textos ya definidos por fuera de la experiencia, externos, a ser acatados,
cumplimentados, aprehendidos desde fuera, sino que esta palabra que circula como
ley es traducción de un pensamiento conjunto que se hace texto y genera
sentidos para quienes allí hablan.
La
autoridad pedagógica hoy puede hacerse cargo de entramar esta ley simbólica que
es del orden de la palabra, probablemente en contra de lo que culturalmente se
impone, rechazando las in-significancias, la neutralidad, la ruptura del lazo,
lo que tiende a des-simbolizarse.[9]
donde consigo los libros???
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